Archivos, 53: Archivo Histórico Provincial de Cantabria

«Cantabria infinita.» Eso debió pensar mi socia en esta aventura genealógico-empresarial cuando hace unos meses nos plantamos en el Archivo Histórico Provincial de Cantabria para consultar protocolos notariales y comprobó que más del 90% de los legajos que teníamos que revisar no tenían índices. Gajes del oficio del historiador, investigador y  genealogista profesional.

El Archivo Histórico Provincial de Cantabria es un archivo amplio: una amplia sala de consulta con un amplio horario de mañana y tarde. Este archivo abre siete horas y media al día –la primera vez que lo visité creo que eran nueve– y cuenta con veinticuatro puestos de lectura; unos cuantos menos que el Archivo Histórico Provincial de Sevilla y bastantes más que el Archivo Histórico Provincial de La Rioja, pero distribuidos en una sala de consulta cuya superficie es la misma que la de los dos archivos citados más el del Archivo Histórico Provincial de León.

El estado de conservación del fondo de protocolos notariales, al menos de lo que yo he podido consultar y a diferencia de la imagen que os mostré de un protocolo de la isla de La Palma, Canarias, en una de las primeras entradas de este blog, es bueno, aunque el tiempo no pasa en balde y menos para los «papeles antiguos.» Por ejemplo, se nota que se han mojado los protocolos de Francisco Antonio de Cosgaya –incluso con un cuadernillo muy concreto mi compañera tuvo que utilizar la luz ultravioleta para su revisión–. También pudimos comprobar que nuestros antepasados solían echar mano –hoy diríamos, reciclar– de antiguos pergaminos, manuscritos musicales, para encuadernar los protocolos notariales y que los papeles de propios y arbitrios eran muy socorridos a la hora de proteger el cuerpo principal de aquellos documentos otorgados ante aquellos escribanos, utilizándolos a modo de «páginas de respeto».

Como os decía, no hay índices independientes de los protocolos notariales. Muy de vez en cuando aparecen algunos índices incorporados en los legajos, como sucede con muchos protocolos del Valle de Peñarrubia, y las notas de algunos escribanos de la Provincia de Liébana en las portadas que rezan «Ai abecedario» nos indican que si los hubo pero que, por la razón que sea, no han llegado hasta nuestros días.

Apellidos cántabros y al mismo tiempo tan sevillanos que, en ocasiones, no sabía si me encontraba revisando protocolos notariales de la Montaña, Santander o Cantabria, como queramos llamarla, en los siglos XVII y XVIII o de la ciudad de Sevilla en los siglos XVIII y XIX. Me estoy refiriendo a todos los de la Borbolla, de Terán, de Caldas, de Piñeres, de Cortines, de Lamadrid, de Bulnes, de Celis, de la Cortina, de la Lastra… De hecho, me encontré con alguna escritura que decía eso de “ausente desta tierra, en el Reyno de Andalucía”. Incluso, me crucé con unos viejos conocidos, los Enríquez de Otero, que ya traté en una conferencia en 2002 con motivo del V Centenerio de la Carta-Puebla de Puebla de Cazalla.

Si tenéis la suerte de visitar y consultar los fondos de este archivo, que ni mucho menos se reducen a los protocolos notariales, no dejéis de bichear en sus bases de datos. Un consejo: hacedlo siempre a texto completo, en todas las secciones, que no se quede ningún fondo sin mirar: Ensenada, padrones, reales provisiones y ejecutorias de hidalguía, autos ejecutivos, herencias, pleitos civiles y criminales, expedientes diversos…

Podéis llevaros muchas sorpresas. Yo ya me las he llevado en este archivo.