Ubicada en la Casa de los Pinelo, la Real Academia de Medicina y Cirugía de Sevilla quizá sea, además de la más antigua, la más desconocida, junto a la Sevillana de Buenas Letras y la de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría, de las tres academias sevillanas.Esta centenaria institución, nacida tal día como hoy del año de 1700, bajo el nombre de Regia Sociedad de Medicina y demás Ciencias de Sevilla, cuenta con una gran biblioteca, compuesta por más de 13000 volúmenes, de los que algo más de medio millar de obras, de los siglos XV al XIX, se encuentran digitalizadas y disponibles para su lectura en un portal web dependiente de la misma: Fondos Antiguos.
Desconozco la situación actual de su archivo pero hace años se encontraba en proceso de inventario y catalogación, y en el que podíamos encontrar fondos de carácter personal, especialmente los relacionados con médicos, cirujanos, farmacéuticos, etc…
Un buen punto de partida para adentrarse en los fondos de la académica institución, es el clásico de Antonio Hermosilla Molina, Cien años de medicina sevillana: la Regia Sociedad de Medina y demás Ciencias, de Sevilla, en el siglo XVIII.
En sus páginas (pp. 405-406) encontré una disertación médica que aludía directamente a La Carlota (Córdoba), lugar de nacimiento de mi bisabuela materno-materna Isabel del Pino Fernández, sus padres y algunos de mis cuartos y quintos abuelos, y donde uno de ellos, Antonio de Hoyos Chorot, ejerció como último subdelegado de las Nuevas Poblaciones de Andalucía.
Escrita menos de diez años después del nacimiento de La Carlota y sus colonias hermanas, el autor de dicha memoria era D. Pedro Belmaña, cirujano primero de la Real Armada, y su título, «Disertación médico-práctica. Nuevo, eficaz y seguro método de curar y precaver las calenturas malignas y pútridas por medio de un felicísimo, simple y nada costoso hallazgo«.
En este “pequeño literario trabajo”, Belmaña presentaba el cerat, o leche agria, una bebida preparada por los labradores de la Baja Normandía a base de hervir leche con cebolla y ajos y conservándola en vasos para su posterior uso, remedio que había encontrado D. Fernando de Quintanilla, primer subdelegado de aquellas nuevas poblaciones, «por casualidad, en unos libros de agricultura traducidos del inglés».
Belmaña presentaba el cerat “como singular preservativo de las fiebres pútridas y malignas (…) [mediante las cuales] el semblante se muda y desfigura, perdiendo el natural color y ternura, sobreviniendo pálido y desigualmente áspero, se sienten irregulares horripilaciones que, no llegando a descubrirse fríos formales, molestan al enfermo, especialmente en los primeros días; estas horripilaciones o escalofríos son ordinariamente seguidas de ligeras afecciones febriles; el enfermo, por lo ordinario, se queja de un ingentísimo dolor de cabeza, especialmente en las regiones laterales que siente: es también muy frecuente sentir un dolor gravativo en los riñones, con alguna dificultad de orinar; unos, desde el principio, caen en más o menos profunda modorra, otros en fuertes y disparatados delirios; es frecuente sentir un peso y fatiga en el corazón; otros padecen movimientos convulsivos en brazos, manos y piernas, siendo en algunos general la convulsión; otros pierden el uso de alguno, y muchos de todos los sentidos; en la lengua, de la mayor parte, se observa poquísima mutación y solo en raros está cargada de una saburra oscura de que también están impregnados los dientes. El vientre tiene también sus variaciones: en unos está blando, laxo y suave; en, otros tenso, críspulo y detenido, el pulso parvo débil, y no con mucha aceleración, con alguna intermitencia. Esta casta de pulso es por lo regular acompañada de frecuentes desmayos que pronostican una muerte segura y pronto; la que también es cierta a presencia de una diarrea negra y fétida, que suele presentarse; la temperie del cutis, dista poco de lo regular, pero suele cubrirse especialmente por ambos brazos, espalda y pecho, de unas manchas lívidas más o menos grandes a que llaman petequias; las orinas parecen naturales pero la observación descubre que están crudas, hallándose en algunas una nuberula lasticiosa; fíjasele en algunos un ingente dolor en alguna indeterminada parte que siempre termina funestamente; pues por lo común se le sigue una gangrena; se forman decúbitos en los sobacos, ingles y parótidas; se presentan úlceras gangrenosas en boca y lengua y últimamente llega en algunos el estertor con, que envuelto entre mortales fatigas, perecen.”
Sin entrar en la duración de estas fiebres (nueve o catorce días, hasta más de un mes…) ni en sus causas, su pronóstico, la descripción de las calenturas pútridas o la descripción del entorno de la venta de La Parrilla, cerca de La Carlota, citaremos brevemente los casos descritos por D. Pedro Belmaña en esta disertación, por si alguno de sus descendientes, ya que sobrevivieron a las mismas, llegasen a leer estas líneas.
Luisa Crispín, vecina de dicha venta y de 40 años, era de “temperamento sanguíneo bilioso [y] en la mayor necesidad y pobreza, parió felizmente un niño y sin conocida causa, a los seis días se le suprimieron los líquidos; y en este mismo día que fue el cuatro de marzo sintió un excesivo frío que fue seguido de una calentura aguda bastantemente alta. […] La encontré con una total postración de fuerzas, el rostro desfigurado, los ojos profundos y amortiguada su viveza; el pulso débil pero duro y sin particular aceleración, un ingentísimo dolor de cabeza y región renal; las orinas casi naturales pero ardorosas y con alguna dificultad en su éxito, dolores vagos en todo el cuerpo y con irregulares horripilaciones (…)”.
Hijos de la anterior fueron Isabel Baena, “moza soltera de edad de 17 años, muy robusta, [de] temperamento sanguíneo pero cortísima en sus menstruales evacuaciones”; Pedro Baena, de 12 años, de “temperamento sanguíneo robusto y de buena constitución humoral, guarda de ganado en los campos, expuesto por este motivo a las impresiones del tiempo”; y Jerónimo Baena, de 14 años, de “temperamento bilioso, robusto y ágil”.
Hermana de la primera y tía de los anteriores fue Antonia Crispín, de 30 años, “adusta e hipocondríaca y que padece con frecuencia fluxiones linfáticas, salino acres en ojos y cara de estado soltera y también poquísimo menstruada”.
También pariente de los anteriores, aunque no lo indica el manuscrito, fue Francisco Ruiz, de 12 años, de “temperamento sanguíneo bilioso e igualmente aplicado al trabajo de campo, fue acometido de esta misma casta de calentura; pasó los primeros cuatro días en la mayor miseria y abandono pues solo se mantenía en ellos con poco pan”.
Además de la familia Baena Crispín, la memoria expone otros tres casos, todos resueltos con éxito gracias a la aplicación del cerat y de una serie de sangrías: se trata de María Juana Franco, de 28 años, “temperamento bilioso sanguíneo, grávida de 7 meses”; y el matrimonio formado por Doña Filomena Gómez, de 23 años, y D. Juan María de los Reyes, de 24 años. Ella era de “temperamento bilioso, grávida de 4 meses, robusta y de vida sedentaria, mujer del organista de la Iglesia de esta Capital, con motivo de estarse criando un hijo suyo en la referida venta [de La Parrilla] hacía a ella frecuentes viajes siendo de advertir que el ama que criaba al referido niño asistía igualmente a la primera enferma. Por este motivo se contagió la Doña Filomena (…).” Él era de “temperamento sanguíneo, cargada la universal masa de sus humores de sigilo venéreo, asistía a su mujer en su enfermedad y aun creyendo no era cosa grave dormía con ella”.
Hola, tengo un par de dudas, veo en una dispensa que los contrayentes dicen ser parientes de segundo con tercer grado de consanguinidad. ¿Que significa esto? Los respectivos padres son hermanos? ¿Tío y sobrino? ¿Primos? Le aclaro que los padres de ambos contrayentes tienen el mismo apellido. Las madres no. Lo otro, veo que dice «tráiganse las fés de bautismo de ambos aunque (…) sean viudos» no sé si falta un «no» en esa parte, o si era una fórmula usual.
Gracias
Hola Karel,
En principio, creo que se trata de tío y sobrino, hijos de primos hermanos. Entiendo que los padres, al tener el mismo apellido, podrían ser primos hermanos, pero el parentesco podría venir por línea materna. Tendría que ver la dispensa para saber qué quiere decir esa frase. Lo lógico era que se aportasen las partidas de bautismo pero si eran ambos feligreses de la misma parroquia en la que nacieron, es posible que el propio párroco los eximiese de ello porque tenía acceso a los libros sacramentales (o, incluso, fuese él mismo quien los bautizo) pero, insisto, tendría que ver esa dispensa y, para que todo quedase claro, el expediente matrimonial que debería conservarse en el archivo diocesano correspondiente.
Un saludo,
Fernando
Hola Fernando, por desgracia no tengo el expediente, solo algo que parece ser un formulario para solicitar la dispensa, que es donde declaran por qué la solicitan. De todos modos muchas gracias, con su aclaración me ayuda a ver el asunto desde otro ángulo, no había pensado en un posible vínculo por línea materna. Saludos.
Karel.
PS: por cierto, en mi árbol hay un Simón Bravo de Sobremonte y Navamuel, a lo mejor es familia de Don Gaspar.