Después de lo que vi ayer en el Archivo General de Indias no he podido resistirme a terminar esta entrada que llevaba demasiados meses en borrador… y antes de que un posible triunfo del sí en el referéndum para la independencia de Escocia quite protagonismo a este insignificante blog.
En alguna ocasión he visto correr al jefe de sala del Archivo General de Indias hacia una mesa, por indicación del omnipresente vigilante de seguridad que escruta minuciosamente a los investigadores y sus pertenencias, para llamar la atención a un investigador que tenía su móvil depositado sobre la misma. También lo he visto hacer en el Archivo de la Real Chancillería de Valladolid; precisamente la penúltima vez que estuve allí, a mi compañero de batallas, que esperaba una llamada urgente para conocer el resultado de una operación quirúrgica que estaba teniendo lugar en Sevilla en aquellos precisos momentos.
Como ya os comenté, la primera vez que visité el Archivo de la Diputación Provincial de Badajoz me sirvieron un inmenso y llamativo legajo que no había visto nunca, que llegó entre unas grandes tablas de madera de pino y que quise fotografiar pero, ante mi pregunta y con caras algo desencajadas, los auxiliares de sala me indicaron que no era posible… y eso que si usas el bolígrafo en la sala de consulta nadie te llama la atención. También escribí en un tuit hace bastante tiempo que en el Archivo Diocesano de Asidonia-Jerez puedes subir a sala tu colección completa de rotuladores Carioca pero no puedes consultar más de tres unidades de instalación al día… ni usar cámara de fotos; al menos, no te miran mal si dejas tu móvil armado encima de la mesa.
Y la semana pasada, sin ir más lejos, un párroco me advirtió, antes de facilitarme los libros sacramentales para su consulta, que podía tomar todas las notas que quisiese, con bolígrafo incluido, pero no podía hacer fotos; dicho y hecho, me gusta respetar las normas: abrí mi portátil y comencé a transcribir todas las partidas que me iba encontrando hasta que tuve una duda y recurrí al traslado de una partida sacramental que previamente había fotografiado en el Archivo Histórico de la Universidad de Sevilla, donde se permite al usuario fotografiar los documentos; el párroco, que se dio cuenta de que una imagen «de archivo» resplandecía en mi pantalla, me espetó: «¡Has hecho una fotografía!»… y tuve que darle la pertinente explicación.
Los móviles, por la cámara fotográfica que incorporan, se han convertido en el enemigo público número uno de muchos archivos, desterrando al bolígrafo, estrella de la escritura a mano del siglo XX, como auténtico enemigo de los documentos que custodian archiveros y párrocos por toda España. De eso no hay lugar a dudas: la fotografía digital se ha convertido en un «arma de copia masiva» que algunos archivos quieren exterminar, bajando la guardia ante la tradicional y efectiva capacidad destructiva de la tinta… o del fuego.
Ayer se coló un mechero en la sala de consulta del Archivo General de Indias. Me di cuenta cuando el investigador, asiduo, recogía sus bártulos para irse a la Facultad, a otro archivo o a su casa. ¿Qué pinta una cajetilla de tabaco y un mechero en la sala de consulta de un archivo estatal si no se puede fumar en todo el edificio? Será que no fumo; que mi vicio es otro, el móvil, y me molesta.
Para reflexionar.
Hola Fernando,
Tienen miedo de las fotografías, un exceso de celo. Si lo se lo plantearan bien como en el Archivo de la Catedral de Barcelona donde firmas un documento en el que te comprometes a hacer las fotografías pertinentes para el uso estipulado no tiene que haber problema.
Y hablando de fumar, he estado varias veces en un archivo de Barcelona donde el archivero fuma durante toda la mañana. El olor está ahí. Todos sus compañeros lo saben, no se esconde y nadie hace nada. Es muy desagradable trabajar así.
Saludos!
Que se fume en el archivo es muy desagradable, pero lo peor es que es MUY PELIGROSO!!! Una chispa y nos quedamos sin lo que contiene!!!. Seguro que no dejan fotografiar, lo que aseguraría el resguardo de lo que está contenido en él!!!
Está claro que desde la aparición de las imágenes digitiales e internet, hay que reconsiderar los derechos de difusón de obras (entre muchas otras cosas).
Aunque estén físicamente en un sitio es imposible evitar que se difundan, ni que sea parcialmente, por la red. Es imposible. No se puede poner vallas al campo… hay que buscar un sistema de pago/autorización/difusión (lo que corresponda) desvinculado de la materia, ligado al byte, al transporte por la red.
🙂 Por fortuna, Fernando Hidalgo, los blogs no dependemos de independencias o dependencias algunas para tener nuestro protagonismo. Sobre todo si están tan bien escritos como este. Un abrazo.
I hope u write in English sometime! I love genealogy! Thank you for coming to my blog site!
En primer lugar, felicidades por el blog, que acabo de descubrir. Yo me he iniciado hace poco en este apasionante mundillo, y me resulta de gran utilidad hacer fotos para no perder tiempo, me explico: hago una foto de la partida que me interese para luego transcribirla en casa, y no perder tiempo transcribiéndola in situ, ya que el tiempo de apertura del archivo es limitado, y además, cierra en julio y agosto y en navidad, por lo que el año pasado solo dispuse de cuatro días para visitarlo. El archivo es el de mi diócesis (Mondoñedo-Ferrol), en el que están concentradas todas las parroquias de la misma. El trato de los responsables es muy bueno, la primera vez que se acude hay que rellenar una ficha de investigador. Luego hay que pagar por las fotografías realizadas (0,20 por cada una), pero se basa en la confianza: entregas una lista con las fotografías que has realizado y te cobran. Me han comentado que te obligan a quitar el flash para hacer las fotos, aunque yo he aprovechado para hacerlas cuando no estaban, ya que creo que si las hago sin flash no tendrían la nitidez necesaria para luego poder transcribir. Tampoco le veo mucho sentido a dicha prohibición, si es por deterioro de los libros me parece poco probable, eso podría pasar en lugares donde se hacen millones de fotografías -la Capilla Sixtina, las Cuevas de Altamira…-, pero en el caso de estos libros, pueden pasar años sin que nadie los fotografíe. Como ya he dicho, lo peor es el horario, para quienes trabajamos estaría bien que abriese algún sábado, si no resulta imposible ir…
Saludos
Son muchas las «historias» que contar luego de años de trabajo con los investigadores y documentos. A mi me parece de lo más absurdo que no se dejen tomar imágenes. Al fin y al cabo, ayudan a su difusión.