Isidro Álvarez nació un 16 de julio de 1743 y fue bautizado en Sena de Luna, León, tal día como hoy, hace 274 años, en la misma parroquia en la que también fue bautizado mi quinto abuelo, D. José Hidalgo Álvarez, unos meses antes del estallido de la Revolución Francesa.
Isidro era hijo de Manuel Álvarez y Dominga Fernández y contrajo matrimonio, con 21 años, en otro pueblo de la montaña occidental leonesa, al oeste de Babia y Luna, en la parroquia de Salientes que, por aquel entonces, pertenecía a la diócesis de Oviedo. Casó con Teresa Álvarez, hija de Santiago Álvarez y María Alonso y al enlace asistieron, aquel 2 de octubre de 1765, Domingo Suárez y Manuela Alonso, vecinos de Salientes, como padrinos, y Salvador Alonso, Juan Alonso y D. Manuel García, presbítero y natural de Murias de Paredes, como testigos.
Isidro debió abandonar tierras leonesas hacia 1770 para terminar contrayendo un segundo matrimonio siete años más tarde en una pequeña población del antiguo Reino Sevilla, El Castillo de las Guardas, con Manuela Limón, natural de Valverde del Camino e hija de José Limón y María Gómez. La celebración de aquel primer matrimonio en León, cuyo vínculo no había sido disuelto por la muerte ni por otras causas, no le impidió declararse ante las autoridades eclesiásticas sevillanas como un hombre “libre, soltero, y hábil”, que no había “hecho voto de castidad o religión, ni dada palabra de casamiento a otra mujer más que a la dicha Manuela, desde que salí de dicha villa de Sena, mi patria, que ha tiempo de siete años”.
Nuestro amigo y paisano Isidro mentía más que hablaba. Su memorial ante el Provisor del Arzobispado de Sevilla para contraer este nuevo matrimonio decía “que hace tiempo de siete años poco más o menos [1770] que salió de dicha su patria [Sena de Luna] y que vía recta no paró en sus jornadas en pueblo alguno hasta que llegó a la villa del Garrobo, distante de ésta [Castillo de las Guardas] tres leguas, en donde se mantuvo sin salir de ella [El Garrobo] tres años y medio [1770-1773], trabajando en oficio del campo y viviendo con varios vecinos; que luego que salió de dicha villa del Garrobo se vino a esta del Castillo, en donde ha permanecido hasta el presente [1773-1777], trabajando en dichos oficios y que no conoce ni ha vivido en más pueblos que estos dos referidos [El Garrobo y Castillo de las Guardas] desde que salió de dicha su patria y que es libre soltero y hábil para contraer matrimonio, que no ha echo voto de castidad o religión, ni tiene dada palabra de casamiento a mujer alguna más que la que tiene dada a Manuela Limón, vecina de esta villa, hija de Joseph Limón y de María Gómez, con la cual quiere casarse por no tener impedimento alguno para ello y que la fe de su bautismo no la presenta porque no la trajo y que aunque ha mandado a algunos paisanos que se han ido a su tierra se la envíen no lo han echo así (…).”
Con gran maestría, nuestro amigo Isidro fue sorteando los distintos trámites que exigía la formación de un expediente para alcanzar el estado de hombre casado y, en su caso, doblemente casado. Intentó por todos los medios que no llegase a oídos de sus parientes y paisanos en Luna que se encontraba en el Andalucía dispuesto a contraer un nuevo matrimonio y, de hecho, consiguió que se le dispensase de la presentación de la fe de bautismo. Sus cómplices, testigos los llama el expediente, fueron sus paisanos Domingo Fernández, natural de Láncara, cuya iglesia parroquial reposa sobre un pequeño montículo, salvándose así de las aguas del Embalse de Los Barrios de Luna, y vecino del Garrobo, de 58 años; y Mateo Ferreira, “natural de la aldea del Ubanal [Rabanal], distante media legua de la villa de Sena, en el Obispado de León”, de 51 años.
Cuando llegó la hora de ser amonestado “en su patria”, también fue dispensado de las mismas por su pobreza y la de la mujer que estaba a punto de convertirse en su nueva esposa, quien “además de ser huérfana, ciega de un ojo y del otro poco ve, también se sustenta de caridad por no poder trabajar por dicha falta (…)”. Una vez que había sido dispensado de amonestaciones y de presentar su fe de bautismo, el camino hacia un nuevo matrimonio se encontraba libre de cualquier obstáculo, celebrándose éste el 12 de mayo de 1777.
Continuará…