En la constante crítica que Jonathan Swift hace a la sociedad de su época en su célebre libro Los Viajes de Gulliver (1726), también hay sitio para ofrecer al lector una visión sobre la nobleza europea a comienzos del siglo XVIII.
Cuarta parte
Un viaje al país de los Houyhnhnms
Capítulo 6
Continuación del estado de Inglaterra. -Carácter de un primer ministro de Estado en las Cortes europeas.
(…)
Conversando un día, mi amo [un Houynhnhnm, para entendernos, un caballo hablador], que me había oído hablar de la nobleza de mi país, se dignó tener conmigo una galantería que yo [Gulliver] no hubiera soñado merecer, y consistió en decirme que estaba seguro de que yo había de proceder de alguna familia noble, pues aventajaba con mucho a todos los yahoos [los seres humanos] de una nación en forma, color y limpieza, aunque pareciera cederles en fuerza y agilidad, lo que debía achacarse a mi modo de vivir, diferente del de aquellos otros animales; y, además, no sólo estaba yo dotado del uso de la palabra, sino también con algunos rudimentos de razón; a tal grado, que pasaba por un prodigio entre todos sus conocimientos. Hízome observar que, entre los houyhnhnms, el blanco, el alazán y el rucio obscuro no estaban tan bien formados como el bayo, el rucio rodado y el negro; ni tampoco nacían con iguales talentos ni capacidad de cultivarlos. De consiguiente, vivían siempre como criados, sin aspirar nunca a salirse de su casta, lo que se consideraría monstruoso y absurdo en el país.
Di a su señoría las gracias más rendidas por la buena opinión que se había dignado formar de mí; pero le dije al mismo tiempo que mi extracción era modestísima, pues mis padres eran honradas gentes, sencillas, que gracias que hubiesen podido darme una mediana educación. Añadí que la nobleza entre nosotros era cosa por completo diferente de la que él entendía como tal; que nuestros jóvenes nobles se educan en la pereza y en el lujo, y cuando casi han arruinado su fortuna se casan por el dinero con alguna mujer de principal nacimiento, desagradable y enfermiza, a quien odian y desprecian. Los frutos de tales matrimonios son, por regla general, niños escrofulosos, raquíticos o deformados; y en virtud de esto, la familia casi nunca pasa de tres generaciones, a menos que la esposa se cuide de buscar un padre saludable entre sus vecinos o sus criados para mejorar y perpetuar la estirpe. Un cuerpo enfermo y flojo, un rostro delgado y un cutis descolorido son las señales verdaderas de sangre noble; y una apariencia sana y robusta es una desgracia enorme en una persona de calidad, porque la gente deduce en seguida que el verdadero padre debió de ser un mozo de cuadra o un cochero. Las imperfecciones de la inteligencia corren parejas con las del cuerpo, y se concretan en una composición de melancolía, estupidez, ignorancia, capricho, sensualidad y orgullo.
Sin el consentimiento de esta ilustre clase [la nobleza] no puede hacerse, rechazarse ni alterarse ninguna ley; y de estas leyes dependen los fallos sobre todas nuestras propiedades, sin apelación.