Los conflictos a la hora de contraer matrimonio entre la nobleza jerezana estaban siempre a la orden del día. Hemos aludido a los numerosos matrimonios secretos e, incluso, al proceso por incumplimiento de una palabra de casamiento. Concluyamos esta serie dedicada a la nobleza jerezana con dos matrimonios más: uno clandestino y otro morganático.
El matrimonio clandestino, esta vez del siglo XVII, tiene como protagonistas a D. Agustín Adorno y Guzmán, caballero del hábito de Calatrava, y a Doña Isabel Gaytán de Ávila, ambos vecinos de Jerez. En este caso, los contrayentes habían contravenido lo dispuesto por el concilio de Trento ya que habían ido a la parroquia de San Mateo y, en presencia del cura, habían llevado a los padres de ella, D. Manuel y Doña Constanza, y al hermano de ella, también caballero del hábito de Calatrava, y “se intentaron casar clandestinamente”. Según parece, habrían intentado adelantarse a la demanda por incumplimiento de palabra de casamiento que había interpuesto Doña Estefanía Benítez.
Los autos nos describen pormenorizadamente ese matrimonio celebrado el 12 de noviembre de 1627, en la capilla de Dionisio Suárez de Toledo de la parroquia de San Mateo de Jerez de la Frontera y que, finalmente, fue aprobado por el tribunal hispalense, el 18 de julio de 1628:
«se comenzó la vigilia y, acabada, el Juan Díaz de Morales, cura de la dicha iglesia, se vistió para decir la misa con los dos acólitos y, a esto, entrando en la dicha capilla cantidad de seres tapados que pasaron de doce y habiendo dicho el prefacio, el cura vio entrar a Don Agustín y a Don Juan Antonio de Torres, ambos caballeros de Calatrava, muy deprisa y el testigo se asomó a la reja para ver qué prisa era aquella y Agustín se acercó al cura y le tiró de la casulla y volvió la cara y dijo: ‘yo me otorgo por esposo y marido de la dicha Doña Isabel’ y se oyó una voz como de mujer que dijo que también y el cura se salió diciendo que no había oído nada y los dos caballeros salieron tras él diciendo ‘esto ya está acabado’ y las mujeres salieron y entonces se entrevió a Isabel y a su madre y empujaron al cura al altar hasta que se calló por tiempo de quince minutos y como no podía acabar la misa se vistió el que estaba asomado por la reja, se hizo la misa y llevaron al cura en un coche a su casa (…).» Tras la boda, volvieron a su casa “adonde luego se encerraron en la sala baja de su casa y se acostaron desnudos en la cama y han dicho que consumaron el matrimonio que estuvieron entonces en la cama hasta otro día por la mañana y han dormido juntos todas las demás noches”.
El matrimonio morganático, por su parte, tiene como protagonistas a Don Diego Fernández de Herrera Dávila del Águila Alvear, caballero maestrante de la de Ronda, caballero veinticuatro perpetuo de Jerez, distinguido con la cruz de la Real Orden de Carlos III o, simplemente, como reza en el expediente de su segundo matrimonio, D. Diego Herrera y Dávila, y Ana María Pérez, hija de Luis Pérez y Teresa Pérez. Herrera Dávila había enviudado de Doña María del Sel-Loysaga y, cinco meses más tarde, elevó un memorial en el que afirmaba «que desea reducir a verdadero matrimonio y en razón de haber enviudado en esta epidemia quiero hacerlo secretamente para evitar quejas y sentimientos…»
La información del señor Juez de la Iglesia de Sevilla decía que D. Diego vivía en la misma casa que Doña Ana María Pérez y Pérez así que «conviene para el servicio de Dios y bien de sus almas que contraigan el matrimonio que desean a la mayor brevedad…«. Él tenía 40 años y ella 24; «el contrayente es de las principales familias de esta ciudad y aunque la contrayente no es de este rango con todo es de buena familia pues sus padres gozan de unos medianos haberes« así que querían contraer matrimonio secreto por evitar «motivo a quexas y resentimiento entre sus hijos y los parientes si se hiciese publico«. El auto de licencia de matrimonio está fechado el 4 de enero de 1821 y el pliego matrimonial secreto se confirmó al día siguiente.