Celebro el Día de los Abuelos, hoy 26 de julio, festividad de San Joaquín y Santa Ana, con la recomendación de la obra del historiador francés, Ivan Jablonka, cuyo título utilizo para esta entrada, publicada en francés en 2012 y editada en español primero en Argentina en 2015 por Libros del Zorzal y en España en el presente año por Anagrama.
“La idea de tomar a mis abuelos como objeto de estudio se remonta a 2007. El proyecto cobra forma bastante rápido: voy a escribir un libro sobre su historia, o más bien un libro de historia sobre ellos, basado en archivos, entrevistas, lecturas, contextualización, razonamientos sociológicos y, a través de todo eso, voy a conocerlos. Ese libro, relato de sus vidas e informe sobre mi investigación, permitirá comprender, no revivir. Más que el final trágico, lo que me interesará es el recorrido, y nuestro inconsolable dolor no tendrá otra expresión que la voluntad de saber. Me pongo a hurgar con frenesí en los archivos de Francia, Polonia y otros sitios, esforzándome por abarcar todo lo posible, pues una biografía solo tiene valor si da lugar a la comparación entre individuos: el estudio de la nieve humana debe revelar la potencia de arrastre de la avalancha y, a la vez, la irreductible delicadeza del copo. Casi todos los testigos directos están muertos, pero no la generación siguiente: el recuerdo de mis abuelos, ¿habrá transitado a través de los hijos de sus hermanos, primos, amigos, vecinos?”
Jablonka concibe su investigación como una biografía familiar, una obra de justicia y una prolongación de su trabajo de historiador, con la que nos traslada al shtetl de sus abuelos de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, Parczew, “apenas un punto entre Lublin y Brest Litovsk, en los confines de Polonia, Ucrania y Bielorrusia”; profundiza en la militancia en el comunismo no solo de sus abuelos sino de buena parte de la comunidad judía, y la del antisemitismo, en aquella Polonia de Entreguerras, la de la Segunda República polaca y la de la dictadura de Pilsudski, y sigue los pasos de sus abuelos en Francia durante la Segunda Guerra Mundial… hasta llegar a Auschwitz en 1943.
Shloymè y Tauba Jablonka, súbditos en el imperio de los zares, tuvieron cinco hijos en Parczew, actual Polonia, entre 1904 y 1917: Simje y Reizl, los mayores, con el tiempo emigrarían a Argentina; los dos últimos, Hershl y Henya, lo harían a la Unión Soviética; el quinto es Matès (1909), el abuelo del autor, “un judío que no quería ser judío, un talabartero que quería salvar el mundo, de un shlimazel incapaz de hacerse un lugar bajo el sol. Destruido por el fascismo, pero antes barrido como un desecho por los estados burgueses, por el Código Penal de Pilsudski, por la Seguridad Nacional francesa, por los decretos-ley de los republicanos de ese país.”
Matès e Idesa Jablonka habían emigrado a Francia poco tiempo antes de que Polonia fuese invadida por la Alemania nazi. En París se convirtieron en “refugiados entre decenas de miles, dos gotas de agua en un océano de desamparo: italianos huyendo del fascismo, alemanes escapando del nazismo, judíos de Alemania o de Europa del Este expulsados de sus países, a los que se suman, a partir de 1938, ciudadanos de la antigua Austria y de la antigua Checoslovaquia anexionadas por Hitler y, a partir de 1939, españoles que retroceden frente al asalto franquista.” Vivieron en la clandestinidad, Matès fue apresado e, incluso, sirvió durante once meses en el ejército francés antes de su rendición.
Aunque los Jablonka escaparon a la gran redada del Velódromo de Invierno, cuyo 80º aniversario se cumplió precisamente la semana pasada, es inevitable pensar en las escenas de dos películas que reflejan este episodio de la historia de la Francia de Vichy, La redada y La llave de Sarah, cuando el autor describe su detención a comienzos de 1943, su deportación primero al campamento de Drancy e, inmediatamente, al campo de exterminio de Auschwitz, donde debieron ser asesinados el mismo día de su llegada.
Esta es la familiar de Ivan Jablonka, la historia de Matès e Idesa Jablonka a quienes, sin ser famosos, se los llevaron las tragedias del siglo XX, como la de tantos otros abuelos cuyas vidas terminaron mucho antes de que comenzaran las de sus nietos.
Qué buena entrada, enhorabuena, Fernando.
Gracias, Félix,me alegra que te haya gustado. Un abrazo, Fernando
¡Otro!