Debo reconocer que, tras la lectura del prefacio, lo abandoné pero lo retomé cuando hube agotado otros cartuchos librarios. Y estoy muy contento de haberle dado una segunda oportunidad a este maravilloso libro que, parafraseando a su autor, todavía no sé si trata sobre la familia Ephrussi, sus antepasados maternos, sobre el propio autor, Edmund de Waal, sobre la memoria… o sobre miniaturas japonesas.
Como digo en el título de esta entrada es un libro de historia familiar, la de la familia Ephrussi, judíos que, originarios de Berdichev, un shtetl al norte de Ucrania, se habían asentado en la ciudad portuaria de Odesa, donde llegaron a convertirse en los Reyes del Trigo, los mayores exportadores de grano del mundo. Editado por Acantilado, como los de los Snadjerman polacos o los Rajk húngaros, es, como aquellos, un libro sobre la historia contemporánea de Europa.
Con un vibrante ritmo, que se acelera a medida que avanzamos en su lectura, el autor nos sumerge, en sus dos primeros capítulos, en el París del último tercio del siglo XIX, el París de Haussmann, la guerra franco-prusiana, la Comuna, el affaire Dreyfus, la Tercera República… y en la Viena del primer tercio del siglo XX, en las postrimerías del reinado de Francisco José I y del Imperio Austrohúngaro, la Primera Guerra Mundial, la crisis de entreguerras… y en los que puede apreciarse que el antisemitismo (“el antisemitismo vienés tiene un sabor diferente del parisino”, afirma De Waal) no era algo único y específico de la Alemania nazi. El Anschluss abre el siguiente capítulo, cuya cronología lo dice todo, 1938-1945, cuando Viena se convierte en “un centro de experimentación para el fin del mundo”.
El título del libro procede de uno de los 264 netsuke, esculturas en miniatura cuyo origen se remonta al Japón del siglo XVI, que formaba parte de la colección que había adquirido Charles Ephrussi, un primo del bisabuelo del autor, en París en la década de 1870; un libro que es el resultado de la investigación que emprendió Edmund de Waal tras haberlos heredado de su tío abuelo Iggie a finales del siglo XX: “Tengo que encontrar un modo de devanar la historia [dice Waal]. Poseer este netsuke significa que me he hecho responsable de él y de aquellos a quienes perteneció.”
Y hasta aquí puedo leer. Si queréis saber qué pasó con aquella liebre con ojos de ámbar y el resto de la colección desde el último cuarto del siglo XIX y finales del siglo XX, tendréis que leer el libro. Muy recomendable.
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Muy buenas. Ayer comencé a leer este libro que, por supuesto, me remitió a «El mundo de ayer» de Zweig y «Los Buddenbrook» de Mann. El caso es que lo estoy leyendo en un Kindle y, entre que veo poco, y que allí las dos páginas de la genealogía son imposibles de descifrar, me gustaría saber cómo puedo hacerme con esta estupenda genealogía que aquí muestras. Un saludo y gracias por tu interesante blog.
Hola Francisco,
Esos árboles genealógicos aparecen en la edición en papel, que es la que tengo. Creo que las imágenes que he subido se ven bien.
Por cierto, tenía pendiente una entrada recomendando los Buddenbrook. A ver si encuentro el momento para rematarla.
Un saludo,
Fernando